El uso de datos es la gran cuestión a establecer respecto a la digitalización en el mundo financiero. Un punteo sobre los debates al respecto.

La digitalización avanza a pasos agigantados, brindando diversas soluciones para diversas prácticas. En el área de las finanzas, las aplicaciones de tecnología financiera (fintech) ocupan un lugar central en la vida cotidiana de millones de usuarios y es la privacidad de los datos financieros lo que genera una preocupación estructural.
Las fintech, a diferencia de las instituciones financieras tradicionales, funcionan en sistemas altamente dinámicos, con modelos de negocio centrados en la recopilación masiva de datos, el análisis algorítmico y la personalización extrema de servicios, de allí la preocupación.
La personalización y sus riesgos
El modelo fintech propone una personalización, sobre todo para los servicios que se brindan. Aplicaciones para realizar pagos, plataformas de inversión, billeteras virtuales y servicios para acceder a préstamos funcionan con inteligencia artificial y big data para ofrecer productos que se adecuen a las necesidades del usuario.
Límites de crédito dinámicos hasta recomendaciones de inversión hiperpersonalizadas, se proponen para la experiencia del cliente, que mejoró a gran escala para el cliente. Además, la reducción de tiempos es un beneficio.
En este sentido, el especialista financiero Fernando Boudourian, asegura que la digitalización está transformando la banca privada y la relación con los clientes.
Sin embargo, este avance también genera preocupación debido al acceso casi ilimitado a los datos personales y financieros respecto al consentimiento informado, el almacenamiento seguro de la información y el potencial uso indebido de los datos por parte de terceros.
Lo cierto es que el gran crecimiento y alcance de las fintech superó, en muchos casos, la capacidad de los marcos regulatorios tradicionales para proteger al consumidor. Si bien se lanzaron medidas al respecto, el sector necesita especificidad del entorno fintech y exige una revisión más ajustada.
La necesidad global apunta a exigir mayor transparencia en los términos de uso, obligación de minimizar la recolección de datos y, sobre todo, mayor rendición de cuentas sobre el tratamiento automatizado de información sensible.
Cabe destacar que muchas fintech funcionan con modelos freemium o de bajo costo, lo que las obliga a monetizar el uso de la plataforma a través de los datos de sus usuarios. Así, los datos financieros se convierten en activos estratégicos.
Es por este motivo que este modelo busca maximizar la extracción de datos, incluso más allá de lo que se necesita para brindar el servicio puntual del servicio. La línea entre análisis legítimo y vigilancia intrusiva muchas veces se cruza.
Otro factor preocupante es la función de los algoritmos que son usados para tomar decisiones automatizadas sobre los usuarios con la aprobación de créditos, ajustes de límites de gasto, segmentación de perfiles de riesgo, entre otros. Estas decisiones, son tomadas por inteligencia artificial y aunque tienen gran funcionalidad no se descarta que pueden estar atravesadas por los datos de entrenamiento, perpetuar desigualdades o discriminar.
Frente a este panorama, la confianza del usuario es lo que genera competencia. Las fintech que sean capaces de ofrecer servicios financieros innovadores sin sacrificar la privacidad se posicionan mejor.
En este sentido, el dilema de la privacidad con las herramientas que brinda la finteches un debate técnico, político y económico. Esto lleva a repensar la relación entre innovación, derechos individuales y competitividad. Por ello, se indica que los datos son la nueva moneda, el control sobre ellos es poder.
A medida que la tecnología redefine los límites del sistema financiero, hay que establecer hasta qué se está dispuesto a permitir el uso de datos personales.