En el nuevo escenario digital, la mirada autoeducable es un factor determinante en la competencia. Un punteo de las características de su uso.
La capacidad de adaptación de los sistemas financieros es de gran importancia, teniendo en cuenta que se está frente a un escenario atravesado por la disrupción tecnológica y la volatilidad económica.
Por ello, la capacidad de adaptación es una de las competencias más valiosas del sistema financiero. Por ello, surgen con gran relevancia los sistemas financieros autoeducables, siendo plataformas y estructuras que incorporan inteligencia artificial (IA), machine learning y algoritmos evolutivos para aprender de su entorno, adaptarse en tiempo real y mejorar sus decisiones sin intervención humana directa.
Este nuevo paradigma no sólo redefine la operatividad del sector financiero, sino que también da paso a un cambio de fondo en la manera de competir: el aprendizaje constante es una ventaja competitiva sostenible.
De la automatización a sistemas autoeducables
Durante los últimos años, el sector financiero atravesó diversos cambios que van desde la automatización de procesos hasta sistemas cada vez más inteligentes. La banca digital, los asesores financieros automatizados y el análisis algorítmico de riesgos dieron pie a la creación de plataformas que no solo ejecutan tareas, sino que aprenden a optimizarlas.
El especialista financiero Fernando Boudourian asegura que la digitalización está transformando la banca privada y la relación con los clientes.
Los sistemas financieros autoeducables dan un paso más al uso de big data o IA para predecir comportamientos de mercado. Se trata de esquemas dinámicos capaces de analizar patrones históricos y contextuales, incorporar eventos exógenos, corregir sesgos y ajustar sus modelos predictivos sin necesitar reprogramación.
Son sistemas que evolucionan, desarrollan hipótesis, las testean, y se reconfiguran de forma autónoma. Por lo que el cambio no es sólo técnico, sino que da un salto hacia la inteligencia organizacional distribuida, en la que cada nodo del sistema financiero aprende y mejora, brindando una retroalimentación.
En este escenario, la competencia en el sistema financiero se inclina en la capacidad de aprender más rápido que el mercado o que los competidores pueden marcar la diferencia entre liderar o desaparecer.
La incorporación de estos sistemas requiere repensar la implicación tecnológica del sistema financiero. Y queda en claro que la clave está en diseñar arquitecturas adaptativas, abiertas a la retroalimentación constante y capaces de integrar nuevas fuentes de datos sin comprometer la seguridad ni el cumplimiento regulatorio.
Por ello, la infraestructura financiera del futuro será evolutiva, no estática. Podrá incorporar capas de aprendizaje automático a nivel de front, middle y back office, y permitirá que cada componente se optimice de manera continua, ya sea en detección de fraude o experiencia del cliente.
Como así también es fundamental la cooperación, ya que plataformas autoeducables necesitan sistemas de datos abiertos (Open Finance), colaboración entre actores públicos y privados, y marcos regulatorios que favorezcan la innovación sin comprometer la estabilidad del sistema.
La capacidad de aprender de forma autónoma y continua se está convirtiendo en la nueva ventaja competitiva en finanzas, debido a que los sistemas autoeducables brindan una forma de enfrentar la complejidad con eficiencia, precisión y agilidad.
En este sentido, la gran diferencia no estará solo en la capacidad de acumular datos o automatizar procesos, sino en la habilidad de aprender de forma más rápida, precisa y ética que el resto del mercado.
Aquellos sectores que puedan contar con sistemas financieros autoeducables fuertes, transparentes y adaptativos podrán posicionarse favorablemente ante la transformación digital del sector. Y también sentará las bases de un nuevo contrato de confianza con sus usuarios y con la sociedad.